RECUPERAR LA ESENCIA

Hace unos años, en tiempos de guerra, una joven de trece años, escribió un diario, considerado hoy, una obra maestra. Confinada en un pequeño edificio de Ámsterdam, Ana Frank convivió por espacio de tres años con ocho (8) personas, entre ellos, su familia. Sus reflexiones diarias, bien reflejan la condición que hoy nosotros estamos viviendo. Expresa la manera como se dispuso a disfrutar de las cosas sencillas, del espacio reducido y de los pocos elementos que le permitían la supervivencia, superando cada segundo el temor y la angustia, refugiándose en la escritura, sin sospechar que sus escritos serían un emblema que clama, aún hoy, por la libertad física y espiritual de los seres humanos, y enseñándonos que la verdadera liberación, reposa al interior de cada uno de nosotros.

Al finalizar su obra se puede concluir, que ningún conflicto tiene sentido, y que lo único que produce es el aislamiento, la desolación y la amargura. Hoy que nos vemos obligados al encierro, sin poder compartir unos con otros, bien podríamos reflexionar sobre la urgencia de volver a nuestra esencia, desde la cual lo simple y lo sencillo, logra despojarnos del peso que conllevan las posesiones materiales, la opulencia y los logros profesionales, permitiéndonos caminar libremente, como debe ser, como simples seres humanos, todos iguales, con un mismo sentir, valorando al otro desde sus necesidades, las cuales por lo general son superiores a las nuestras.

Tal y como escribió el editor de El Diario de Ana Frank: “después de leer su diario, ninguno de nosotros puede volver a ser lo mismo”. Así mismo, al pasar por esto, ninguno de nosotros puede volver a lo de antes, de lo contrario, estaríamos destinados a vivir solos con nuestro ego y nuestras propias razones, alejados del gozo de servir a los demás y de experimentar el bien, que trae consigo la paz y el amar a los demás, sin condición.